viernes, 6 de mayo de 2011

José Bergamín y sus "maestros". Antonio Machado y Azorín: Bergamín "joven maestro".

     En los primeros escarceos por deshacerse de las “viejas” influencias de la Generación del 98, algunos de aquellos autores padecieron la indiferencia, la incomprensión y, hasta la burla, de los más jóvenes. De esta manera, el prestigio de Antonio Machado y de Azorín, entre otros,  decayó ante el avance de las nuevas posturas estéticas, aunque nunca llegaron a perder el reconocimiento que merecían. José Bergamín también se sumaba a esta actitud iconoclasta cuando en su farsa Los filólogos los hacía aparecer como miembros de “la barraca ambulante”, junto a Eugenio d’Ors y  Pío Baroja. Ya en el hervor de 1927, denuncia la caducidad de esa generación con bastante saña en un artículo que titulaba “La literatura difunta”. A pesar de todo ello, tanto Machado como Azorín sobrevivieron a aquellas escaramuzas literarias y recuperaron el aprecio de los jóvenes cuando las aguas volvieron a su cauce.
          En 1933 Bergamín se enfrenta a la creación de la revista Cruz y Raya. Aunque ya por estos años gozaba de gran estima en los ambientes culturales y era reconocido como un escritor y crítico literario atrevido y sagaz, pronto advirtió que sólo no podría construir una revista de calidad y envergadura que estuviera “a la altura de las circunstancias”, en palabras del mismo Antonio Machado. Era preciso conseguir los mejores colaboradores y el respaldo de figuras influyentes en los círculos de intelectuales de entonces. Machado fue uno de los requeridos por el joven director. La respuesta del poeta la recogió Bergamín en el estudio preliminar para la reimpresión de su almanaque El aviso de escarmentados:

      Antonio Machado no quiso, como Unamuno, darme colaboración para la revista por no ser él católico, pero sí para las publicaciones de “Árbol” [...] De Antonio Machado iba a publicarse en libro su “Juan de Mairena”, que todavía no había salido de las columnas del periódico. No dio tiempo a ello.

        Pero fue en los años de la guerra civil cuando su relación se hizo más fuerte y estrecha. De esos momentos han quedado unas pocas manifestaciones públicas que hoy puedan documentarse, lo que, como lamenta Nigel Dennis, no permite medir con exactitud el calibre de aquellas relaciones. Ante los preparativos del II Congreso de Escritores Antifascistas, que tendría lugar simultáneamente en Madrid, Valencia y Barcelona a principios de junio de 1937, Bergamín propone a Machado su presidencia. El poeta aceptaría después de haber intentado convencer a Bergamín de que Unamuno, Ortega y Juan Ramón merecían ese honor más que él.
        Con los tres sonetos “A Cristo crucificado ante el mar” José Bergamín descubría sus cualidades para la poesía. Machado lo llamará entonces “maestro” en un comentario que resalta la originalidad, no la novedad, de sus versos: “El maestro José Bergamín  —ignoro cuál sea su filiación política, si alguna tiene— ha escrito recientemente tres insuperables sonetos “A Cristo crucificado ante el mar”. Tres sonetos en que parecen latir todavía las más vivas arterias de nuestro mejor barroco literario, y que figurarán algún día en los mejores florilegios de nuestra lírica [...] Mairena lo hubiera incluido siempre entre los originales, nunca entre los novedosos”. Ya en el exilio Bergamín publicará dos sonetos “In memoriam Antonio Machado”, y también editará las primeras obras completas del poeta, como tendremos ocasión de ver, correspondiendo así al cariño que sentía por este escritor, que, junto con Miguel de Unamuno, da vida al poeta que grita y afirma su compromiso existencial y sus inquietudes en el territorio de la poesía, actitud que Bergamín también llevará a toda su obra y, en especial, a sus versos.


       Para Bergamín, Azorín no fue siempre santo de su devoción. A finales de 1923 lo atacó con dos artículos publicados en España. Aquel ataque no se debía estrictamente a cuestiones literarias, como podría parecer por uno de los artículos, sino más bien a la tendencia ideológica de Azorín en un momento de crispación social y política. En “Márgenes”, se permite comentar con enorme sarcasmo el último libro que había publicado Azorín: El chirrión de los políticos. Además, recomienda a su autor que mejore su quebrantada vista con unos impertinentes a imitación de Quevedo, a quien decía seguir en su nuevo libro. Para Bergamín su inclinación política “le ha producido esa especie de miopía que transmite a su creación actual”. Pero todo no queda aquí. En la carta abierta titulada “El mal ejemplo de Azorín”, desaprueba los elogios que éste dedica a nombres de poco valor mientras se los regatea “a escritores de auténtico prestigio”. Por otro lado, le disgustaba que Azorín, que pertenecía “a un grupo de escritores, consagrados ya como maestros por la juventud española”, se hubiese convertido en un “acomodaticio cronista” que no sabía ni entendía de la nueva poesía y que buscaba la alabanza  y el éxito personal.
       No sería demasiado aventurado señalar que la inquina de Bergamín hacia el colaborador de ABC tenía algo de la influencia de las opiniones de Juan Ramón sobre este personaje. El autor de Belleza había escrito por aquellos días a su “secretario permanente”: “¡Qué vergüenza repetida los “artículos” tontos de Azorín y los “tomos” vacíos de Ors: facilidad, repetición, amaño, ¿condescendencia?”. A pesar de este episodio breve y pasajero, José Bergamín fue de nuevo llamado “maestro” por quien lo era con más reconocimiento que él. Al publicar su tratadito sobre el arte del toreo, El arte de birlibirloque, Azorín dio a conocer un elocuente comentario en ABC, donde destacaba la posición preeminente que ya ocupaba Bergamín en las letras españolas y, aún, europeas. La insistencia y el convencimiento que manifestaba nos obligan a transcribirlas: “Páginas de un maestro. Maestro de gran parte de la juventud española es hoy Bergamín; sobre todo, de los más jóvenes y de los poetas; maestro ya muy considerado fuera de España, en el resto de Europa. Y el presente libro, tan sutil, elegante y hondo, vendrá a aumentar su prestigio”.
       En 1935 José Bergamín incluirá una obra del maestro Azorín entre los títulos publicados en las “Ediciones del Árbol” de la revista Cruz y Raya: se trataba de Lope en silueta (con una aguja de navegar Lope). Con esta publicación, el joven rebelde lo hacía partícipe también de la gran empresa que fue para él el nacimiento y la andadura de su revista, además de incidir nuevamente en su predilección por los autores del Siglo de Oro. Bastantes años después, Bergamín confirma a Azorín en su magisterio al dedicarle su libro Lázaro, Don Juan y Segismundo.

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