viernes, 15 de abril de 2011

José Bergamín y sus "maestros". Ramón Gómez de la Serna y el acercamiento a la literatura.

      A pesar de haber comenzado sus estudios de Derecho hacia 1912 ó 1913, el interés de José Bergamín por el mundillo literario es bastante temprano. Él mismo recuerda que ya en 1910 Ramón Pérez de Ayala le había presentado al carismático Valle-Inclán, probablemente en una de las dos tertulias que frecuentaba el autor gallego, la del Café Levante o la del Café del Gato Negro; en esas reuniones entraría también en amistad con Jacinto Benavente, Moreno Villa, Juan Ramón Jiménez, los hermanos Machado, Carlos Arniches... Varios años después, en 1915, ya se encontraba entre los fundadores de la pintoresca y famosa “cátedra de Ramón” en la Sagrada Cripta de Pombo en la Calle de Carretas y así quedó incluido en el grupo de amigos que Gutiérrez Solana inmortalizó en su conocido cuadro de la tertulia pombiana. Allí respiró Bergamín los aires de las novedades artísticas de la época y trató por primera vez con Pablo Picasso; también tendría ocasión de conversar con Strawinsky, quizás, entre otros asuntos, de la que entonces era una de sus grandes pasiones: la música. Su compromiso con las iniciativas de Pombo y su activa participación en todos los actos, lo convirtieron en uno de los más fieles seguidores de Ramón Gómez de la Serna, de ahí que Nigel Dennis haya observado que “el Bergamín de los años, digamos, 1915 a 1925, estaba vinculado en cierto sentido al espíritu del mundo pombiano”. De estos años son sus primeros aforismos, emparentados por algunos críticos con las greguerías, y sus primeras incursiones en el teatro. También Moreno Villa comentaba que tanto Bergamín como Giménez Caballero eran “alentados por Gómez de la Serna”.
       Su afición a las tertulias parecía rebasar los límites de cualquiera de los otros asistentes a ellas, como adivinamos por estas palabras de Antonio Machado a Juan Ramón Jiménez: “Pero... ¿Cuándo escribe Bergamín?”. Además, con su hermano Rafael, se hizo merecedor para Gómez de la Serna de una semblanza, la primera del joven contertulio, según señala Nigel Dennis, que sería publicada en una de las antologías pombianas. De ese texto son especialmente reveladoras las siguientes líneas:

   Rafael y José Bergamín aparecen siempre muy distinguidos y con la admirable idea de la realidad que les corresponde y les dignifica a tan pocos.
    A José le decimos siempre al entrar: “Don José... A ver cuándo se quita usted los zancos”; porque, muy joven, muy largo y un poco echado hacia delante, parece que es el chico que anda sobre los zancos, y no solamente eso, sino que el carpintero se los añade todas las mañanas[...]

José Bergamín es el tercer contertulio desde la izquierda.

   José, espiritual y vago, pide un té, completamente litúrgico, un té que nunca se toma (ante ese té pensamos que el sacerdote tampoco se debía tomar la sangre de Cristo, sino servírsela y “alzar” para no encontrar el gusto voluptuoso del vino de mesa en la simbólica bebida). La tetera esa frente a don José da idea de ese espíritu ideal que cumple idealmente con todo. No  deja de realizar su papel ese té guardado. No es lastimosa la pérdida. Es una ofrenda que hace don José a la noche de Pombo. El té ese da su calor a la velada y va entrando poco a poco en su madurez, hasta quedar inutilizado, acre de más, cuando nos vamos. Don José ha orado toda la noche frente a su té, se lo ha dedicado a la noche y ha sabido que era suyo, que lo tenía frente a él. ¡Encanto incomparable al que produciría un té del Emperador del Japón!

      Ramón percibió en un muchacho todavía adolescente dos de los aspectos que caracterizarán el perfil de su extraordinaria personalidad tanto en sus obras como en sus actitudes. Bergamín es ya para el círculo pombiano un hombre sobre zancos, un equilibrista que cada día se atreve con unos centímetros de más; un hombre que se identifica con el mundo circense donde los riesgos y el disfraz y la máscara, que serán temas recurrentes de sus escritos, son cotidianos. También vemos aquí al escritor que hará de la religión una de sus más fuertes preocupaciones, hasta llegar a transformarla en una ideología poderosa en la búsqueda del bien común y de su propia salvación. Bergamín es ceremonioso; conoce el verdadero significado de ese té que consagra a la velada de Pombo y, por ello, no lo bebe, para no beberlo en vano como haría un falso sacerdote. En 1921 Ramón ratifica su admiración por Bergamín dedicándole El Doctor inverosímil.
      Con el tiempo aquel joven sobre zancos atendería a la personalidad y a la obra de Gómez de la Serna en muchos momentos de su creación. En dos ensayos de los años 20, “Solo de Ramón. Trompeta con sordina” (1928) y “Ramón y el eco” (1929), muestra una enorme admiración por el artista que en la soledad de su obra, ante quienes lo desprecian o no lo entienden, tiene el valor y la entereza de continuar su camino, un camino que en el caso de Ramón, estaba plagado de sus propias criaturas fantasmagóricas. No huelga decir que ese personaje solo que persigue a ultranza sus ideales aún enfrentándose a la incomprensión de los demás podía ser el mismo Bergamín. También debe destacarse el hecho de que nuestro autor incluyese en uno de sus ensayos más brillantes sobre la literatura española de los Siglos de Oro, “El disparate en la literatura española” (1936), las consideraciones de Ramón acerca de la naturaleza de juego serio que caracteriza  la actividad de la escritura. Otra prueba de la estima de José Bergamín hacia este avanzado literato es la publicación de algunos de sus trabajos en la revista Cruz y Raya: en 1936 aparecería en la publicación Greguerías nuevas (39, junio de 1936); antes ya se habían editado “Historia de medio año” (33, diciembre de 1935), “Ensayo sobre lo cursi” (16, julio de 1934), Escaleras (26, mayo de 1935) y Siluetas y Sombras (20, noviembre de 1934). Además, en las “Ediciones del Árbol”, paralelas a la revista, se publicaría la obra de Ramón Los muertos, las muertas y otras fantasmagorías.














No hay comentarios:

Publicar un comentario

Última publicación

EL TEXTO PUBLICITARIO (I)

En la sociedad actual de libre comercio, el consumo adquiere un papel relevante. Como fruto de la necesidad de vender productos, nace la pu...